¡¡BIENVENIDO A NUESTRO BLOG!! opina lo que quieras y sobre todo, que disfrutes ^-^.

sábado, 9 de marzo de 2013

Primer capítulo de Requiem de Lauren Oliver (3º libro de la trilogía Delirium) en español



 
PRIMER CAPÍTULO
 
Lena
Empecé a soñar con Portland otra vez.
Desde que reapareció Álex, resucitado pero también cambiado, retorcido, como un monstruo de una de las historias de fantasmas que solemos contarle a los niños, el pasado ha ido abriéndose paso. Burbujea por las grietas cuando no estoy prestando atención, y tira de mí con codiciosos dedos.
Esto es lo que me han advertido todos estos años. La presión en mi pecho, los fragmentos de pesadillas que me siguen incluso cuando estoy despierta.
Te advertí, dice tía Carol en mi cabeza.
Te lo dijimos,  dice Rachel.
Debiste haberte quedado.  Esa es Hanna, llegando a través de la extensión de tiempo, a través de las turbias y gruesas capas de la memoria, tendiéndome una ingrávida mano mientras me hundo.
Cerca de dos docenas vino de la ciudad de Nueva York: Raven, Tack, Julian y yo, y también Dani, Gordo y Pike, más otros quince que están en gran parte alegres de mantenerse callados y seguir órdenes.
Y Álex. Pero no mi Álex. Un desconocido que nunca sonríe, no se ríe, y apenas habla.
Los otros, aquellos que estaban utilizando las afueras del almacén como casa. Dispersados al sur u oeste. Por ahora no hay dudas de que el almacén está despojado y abandonado. No es seguro, no después de que rescataron a Julian. Julian Fineman es un símbolo, y uno importante. Los zombies lo buscarán. Ellos querrán colgar el símbolo, y hacerlo sangrar significativamente, así los otros aprenderán la lección.
Tenemos que ser extra cuidadosos. Hunter, Bram, Lu, y algunos de los otros miembros del viejo hogar Rochester están esperándonos justo al sur de Poughkeepsie.
Nos tomaría cerca de tres días cubrir esa distancia; estamos forzados a rodear media docena de ciudades Válidas.
Entonces, abruptamente, llegamos nosotros: los bosques simplemente se acaban en el borde de una enorme expansión de concreto, con fisuras enormes que forman una especie de red, y todavía marcado muy débilmente, el fantasmal contorno de una zona de estacionamiento.  Autos, oxidados, desprovistos de varias partes – gomas y pedazos de metal –todavía permanecían en el lote. Lucen pequeños y levemente ridículos, como antiguos juguetes abandonados por un niño.
El lote del estacionamiento fluye como agua gris en todas direcciones, extendiéndose hasta una vasta estructura de acero y cristal: un viejo centro comercial. Un cartel con letra cursiva y rayas blancas de excremento de pájaro, dice Empire State Plaza Mall.
El  reencuentro es alegre. Tack, Raven y yo rompemos a correr. Bram y Hunter también corren, y los interceptamos en la mitad del  lote de estacionamiento. Salto sobre Hunter, riendo, y él me rodea con sus brazos y me levanta. Todos están gritando y hablando a la vez.
Hunter me deja en el suelo, finalmente, pero yo mantengo mi brazo trabado a su alrededor, como si fuese a desaparecer. Extiendo la mano y envuelvo mi otro brazo alrededor de Bram, quien está estrechando manos con Tack, y de alguna forma terminamos todos apilados, saltando y gritando, nuestros cuerpos entrelazos en medio de la brillante luz del sol.
“Bueno, bueno, bueno.” Nos separamos, nos dimos vuelta y miramos a Lu caminando hacia nosotros. Sus cejas alzadas. Ella había dejado crecer su cabello, peinado hacia adelante, de manera que caía sobre sus hombros. “Miren lo que trajo el gato.”
Es la primera vez que me he sentido verdaderamente feliz en días. Los cortos meses que hemos pasado separados los han cambiado a ambos, Hunter y Bram. Bram es, contra todas las posibilidades, más gordo. Hunter tiene nuevas arrugas en los contornos de los ojos, aunque su sonrisa es tan infantil como siempre.
“¿Cómo está Sarah?” dije. “¿Está ella aquí?”
“Sarah se quedó en Mary Land,” dijo Hunter. “El hogar cuenta con treinta personas, y ella no tendrá que migrar. La resistencia está intentando avisar a su hermana. ”
“¿Qué hay de Abuelo y los otros?” Estoy jadeando, y tengo esa sensación de presión en mi pecho, como si aún estuviera siendo exprimida.
Bram y Hunter intercambiaron una pequeña mirada.
“Abuelo no lo logró,” dijo Hunter secamente. “Lo enterramos afuera de Baltimore.”
Raven mira la lejanía, escupe en el pavimento.
Bram agrega rápidamente, “Los otros están bien.” Él extiende la mano y la coloca sobre mi cicatriz de operación, la cual él me ayudó a falsificar para iniciarme dentro de la Resistencia. “Luce bien.” él dice, y me guiña un ojo.
Decidimos acampar por la noche. Hay agua limpia a corta distancia del viejo centro comercial, y unos restos de casas y oficinas de negocios que han ofrecido algunos suministros útiles: unas cuantas latas de comida que aún están enterradas bajo los escombros; herramientas oxidadas; incluso un rifle, que Hunter encontró acunado en un par de pezuñas de venado hacia arriba, bajo un montículo de yeso colapsado. Y un miembro de nuestro grupo, Henley, una baja y reservada mujer con un largo enrollo de cabello gris, tiene fiebre. Esto le dará tiempo para descansar.
Al final del día, estalla una discusión acerca de a dónde ir.
“Podríamos dividirnos,” dice Raven. Ella está en cuclillas sobre la fosa que despejó para el fuego, avivando las primeras brillantes astillas de fuego con la punta carbonizada de un palo.
“Cuanto más grande es nuestro grupo, más seguros estamos,” argumentó Tack. Se deshizo de su suéter y está vistiendo sólo una camiseta, por lo que los músculos de sus fibrosos brazos son visibles. Los días han estado calentando lentamente, y los bosques han comenzado a cobrar vida. Podemos sentir la primavera llegando, como un animal sacudiéndose suavemente en su sueño, exhalando aliento caliente.
Pero hace frío ahora, cuando el sol está bajo y los Salvajes son tragados por las largas sombras púrpuras, cuando ya no nos estamos moviendo.
“Lena,” ladró Raven. He estado mirando los inicios del fuego, viendo la llama enroscarse alrededor de la masa de agujas de pino, ramas, y frágiles hojas. “Ve a chequear las tiendas, ¿sí? Que oscurecerá pronto.”
Raven ha hecho el fuego en un barranco poco profundo por el que debía de haber pasado una corriente, donde estará resguardado del viento. Ella ha evitado la instalación del campamento demasiado cerca del centro comercial y sus espacios frecuentados; se cierne más allá de la línea de árboles, metal negro retorcido y ojos vacíos, como una nave espacial extraterrestre varada. Sobre el terraplén a una docena de metros, Julian está ayudando a instalar las tiendas. Está de espaldas a mí. Él, también, está vistiendo sólo una camiseta. Su cabello está enredado, y una hoja se encuentra atrapada justo detrás de su oreja izquierda. Luce flaco, aunque no ha tenido tiempo para perder peso. Esto es tan sólo el efecto de estar aquí, en el aire libre,  con ropa demasiado grande, rodeado de naturaleza salvaje, un perpetuo recordatorio de la fragilidad de nuestra supervivencia.
Él está asegurando una cuerda a un árbol, tirando para que quede lo más tirante posible. Nuestras tiendas son viejas y han sido desgarradas y parcheadas repetidamente. No se mantienen por sí mismas. Deben ser apoyadas y colgadas en los árboles y traídas a la vida, como velas en el viento.
Gordo permanece inmóvil junto a Julian, viendo con aprobación.
“¿Necesitan alguna ayuda?” Me detengo a unos metros de distancia.
Julian y Gordo se voltean.
“¡Lena!” El rostro de Julian se ilumina, luego inmediatamente cae de nuevo al darse cuenta de que yo no tengo intenciones de acercarme. Lo traje aquí, conmigo, a este extraño lugar nuevo, y ahora no tengo nada para darle.
“Estamos bien,” dice Gordo. Su cabello es rojo brillante, e incluso sin ser más viejo que Tack, tiene una barba que creció hasta la mitad de su pecho. “Justo terminamos.”
Julian se endereza y limpia sus manos en la parte de atrás de sus jeans. Él duda, luego baja por el terraplén hacia mí, metiendo un mechón de pelo detrás de su oreja. “Hace frío,” dice cuando está a unos metros de distancia de mí. “Deberías ir hasta el fuego.”
“Estoy bien,” digo, pero pongo mis manos dentro de los brazos de mi cazadora. El frío está dentro de mí. Sentarme cerca del fuego no ayudará. “Las tiendas lucen bien.”
“Gracias. Creo que le estoy cogiendo el truco a esto.” Su sonrisa no acaba de llegar a sus ojos.
Tres días: tres días de tensas conversaciones y silencio. Sé que está preguntándose qué ha cambiado, y si se puede arreglar. Sé que lo estoy lastimando. Hay preguntas que él mismo se obliga a no pronunciar, y cosas que está luchando por no decir.
Está dándome tiempo. Él es paciente, y amable.
“Te ves linda en esta luz,” dice.
“Debes estar quedándote ciego.” Se suponía que debía ser una broma, pero mi voz sonó áspera en el aire.
Julian sacudió su cabeza, frunciendo el ceño, y mirando a lo lejos. La hoja, de un vívido amarillo, seguía enredada en su cabello, detrás de su oreja. En ese momento, estaba desesperada por quitarla, removerla, y correr mis dedos a través de su cabello. Esto es los Salvajes, diré. ¿Alguna vez lo imaginaste? Y él enlazará sus dedos con los míos y apretará. Él dirá, ¿Qué haría yo sin tí?
Pero no me atrevo a moverme. “Tienes una hoja en tu cabello.”
“¿Una qué?” Julian mira sobresaltado, como el pensamiento que he recordado de un sueño.
“Una hoja. En tu cabello.”
Julian pasa una mano impacientemente por su cabello. “Lena, yo---”
Bang.
El sonido de un disparo de un rifle nos hace saltar a ambos. Los pájaros salen de los árboles detrás de Julian, oscureciendo temporalmente el cielo, antes de dispersarse en formas individuales. Alguien dice, “Demonios.”
Dani y Álex emergen de entre los árboles más allá de las tiendas. Ambos tienen rifles colgados sobre los hombros.
“¿Venado?” él preguntó. La luz se ha ido casi por completo. El cabello de Álex luce casi negro.
“Demasiado grande como para un venado,” dice Dani. Ella es una mujer grande, con hombros amplios, frente plana y ojos almendrados. Me recuerda a Miyako, quien murió antes de que nos fuéramos al sur el invierno pasado. La incineramos en un día frío, justo antes de la primera nevada.
“¿Oso?” preguntó Gordo.
“Podría haberlo sido,” respondió Dani secamente. Dani tiene una personalidad más marcada que Miyako: ella ha dejado que los Salvajes la moldeen,  la esculpan en acero.
“¿Le has dado?” pregunté, demasiado ansiosa, aunque ya sabía la respuesta. Pero yo estaba dispuesta que Alex me mirara, me hablara.
“Podría estar solamente cortado,” dijo Dani. “Difícil de decir. No lo suficiente para detenerlo, sin embargo.”
Álex no dijo nada, ni siquiera registró mi presencia. Él se mantuvo caminando, abriendo su camino a través de las tiendas, pasando a Julian y a mí, tan cerca que yo imagino que puedo olerlo-el viejo olor a hierba y madera secada al sol, un olor de Portland que me hacen querer llorar, y enterrar mi cara en su pecho, e inhalar.
Luego él está bajando hacia el terraplén mientras que la voz de Raven flota sobre nosotros. “La cena está servida. Cómanla o piérdansela”
“Vamos.” Julian roza mi codo con la punta de los dedos. Amable, paciente.
Mis pies me levantan y me llevan hacia el terraplén, hacia el fuego, que ahora está ardiendo caliente y fuerte; hacia el chico que se convirtió en una sombra de pie junto a él, borrado por el humo. Eso es lo que es Álex ahora: un chico-sombra, una ilusión.
       Por tres días el no me ha hablado o mirado en absoluto.
Gracias a Libros, libros Everywhere por la traducción.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota y Recomendaciones